domingo, 1 de febrero de 2009

Yo os quisiera libres de preocupaciones

Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el esp1ritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido.

Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división. (1 Cor, 7, 32-35


Este pasaje puede leerse como una invitación al santo celibato. Sin embargo, quisiera proponer una interpretación diferente. No me enfoco en la búsqueda de Pablo de convencer a sus hermanos en la fe de acercarse a un sacerdocio célibe, que permita consagrar la vida entera a Dios. No. Quiero enfocarme en la preocupación de Pablo sobre las preocupaciones humanas. Y de ahí, hablar de la continencia.

Pablo quiere que los hombres estemos libres de preocupaciones, que no sintamos divisiones. Por eso nos invita a la continencia. Pues ésta, como virtud, nos permite enfocarnos y actuar en lo que nos corresponde propiamente según nuestra naturaleza y condición. El soltero se puede ocupar de Dios, porque no está temiendo las consecuencias de su sexualidad; no así el soltero que no es continente, como tantas experiencias nos lo muestran... y la idea de Dios para nuestra sexualidad es que sea manifestación suya, es decir de su Paz, de su Amor, de su tranquilidad eterna en nuestras vidas y no de la división, del temor, de la preocupación que le corresponden al príncipe de este mundo.

Cuando la sexualidad puede manifestarse en paz y tranquilidad, entonces está mostrando el resplandor del Rostro desde ella; cuando agita los espíritus, cuando deja intranquila al alma, entonces enturbia su propia naturaleza y se llena de preocupación.

La continencia paulina, por tanto, es una directriz de la moral cristiana. Estar libres de preocupaciones no es olvidarnos de nosotros mismos, sino de permitirnos desarrollarnos plenamente según quienes somos y cómo estamos cada vez en cada caso propio.

2 comentarios:

Emilia Kiehnle dijo...

Según lo entiendo, el verdadero amor no puede traer procupación. La sexualidad, por lo tanto, libera cuando se lleva a cabo en comunión, lo que implica entrega y compromiso. Uno no se puede comprometer si no se posee antes.

Hay tiempos para todo, incluso para amar.

Alberto Tensai dijo...

"La idea de Dios para nuestra sexualidad es que sea..."

Me sigue sorprendiendo -aún sabiendo que crees en la revelación- cómo te atreves a decir cosas como "la idea de Dios para "x" cosa es "y"".

Es... demasiado presuntuoso. Es decir, "yo sé lo que Dios opina al respecto de "x"". ¿No te parece?