viernes, 13 de febrero de 2009

Drama Teologal (opúsculo)

En el principio era el Verbo. Y el Verbo era cabe Dios. Y el Verbo era Dios. En el principio no había nada ni caos, sino Dios solo, trino en-sí-mismo. Y entonces creó el Mundo.

Primero, si los tiempos eran cronológicos entonces, creó el mundo espiritual, según imagino. Creó Dios a los ángeles todos. Personales, únicos e insustituibles en sí mismos, racionales, espirituales. Los creó a cada uno como especies autoagotadas y organizables. Les dio luz y sabiduría. Eran entonces Dios y el mundo de los ángeles un todo perfecto y ordenado. No faltaba el sentido y la comprensión de todo era perfecta.

Después creó Dios la tierra. La primera partícula de tierra, de materia. Un acto incomprensible para los ángeles: una primera prueba de Fe. El mundo de pronto se vio afectado por una partícula ilógica, inerte, cerrada, corruptuble. Puedo imaginar a los ángeles confundidos por la creación de un algo tan absurdo tras un mundo tan perfecto. De esta materia Dios creó más mundo. Creó el Universo y sus elementos: estrellas, galaxias, planetas. Dios creó más y más materia y llenó al Universo de partículas cerradas sobre sí mismas, sin sentido ni lógica existencial.

De la materia del universo Dios creó una nueva forma de vida: lo que nosotros llamamos "vida". Nada tenía de nuevo sentido para los ángeles. No sólo Dios había creado seres corpóreos idiotas, sino que además ahora a ciertos cuerpos materiales les otorgaba vida. Vida simple, cerrada en sí misma, ilógica, absurda. Vida que no era inteligente, vida que no tenía sentido a los ojos de los ángeles quienes recordaban el universo perfecto que habían conocido después de la Creación. Bacterias y hongos, peces, reptiles, dinosaurios, mamíferos. Vida doblegada por la contingencia de la materia, vida bruta.

Entonces Dios tomó su materia, su arcilla, y moldeó al hombre. Un ser material con espíritu. Una vida material con inteligencia. Los ángeles se han de haber sorprendido. El universo dejó de ser perfecto para ser pleno. Dios había creado un puente entre la vida y lo inerte, entre lo bruto y lo sabio. Había otorgado el más alto rango a una criatura salida de la tierra. Seguro los ángeles se impresionaron. No me cuesta trabajo imaginar rebeliones y batallas entre ángeles que no comprendieron la profundidad de la creación de Dios. El universo dejó de ser universo para convertirse en Cosmos. La materia cobró sentido cuando el hombre apareció desde ella. El mundo tuvo por fin un ser que le dio sentido de plenitud existencial desde su propia naturaleza.

Dios vio entonces que estaba bien cuanto había hecho y descansó.

Pero los ángeles rebeldes introdujeron el pecado en el hombre. El hombre se tropezó con la trampa de los rebeldes y abrió una herida en su propio ser puente entre lo mortal y lo inmortal. Se atravezó la esencia con el pecado y se arrojó a un acantilado en el que se perdió.

El mundo se mostró entonces rajado. El hombre, tránsido de nada, descubrió la finitud de su ser y del mundo como algo insuperable. El hombre se hizo nada a sí mismo, abriéndo un abismo en su propia naturaleza. Nada le quedó al mundo y el cosmos se enfrentó con el caos. El mundo quedó tránsido de nada. La fuerza del puente que construyó Dios se desvaneció y el hombre quedó sin fuerzas para poderse mantener unido y uniendo al universo en el cual y fue creado.

Dios entonces decidió bajar. Se hizo hombre, se hizo pecado, para reconstruir el cosmos perdido. Se hizo hombre por una mujer y por desde una mujer se unió a la humanidad entera. En ella se hizo hombre. El hombre, tránsido de nada, sumergido en el abismo, no tuvo fuerzas para salvarse a sí mismo. Dios bajó al abismo para salvar al hombre que se encontraba en él. Bajó para tenderle la mano a la humanidad y reestablecer el puente que le daba sentido al cosmos.

Después Dios hizo muchas otras cosas, como hacerse materia inerte para quedarse entre nosotros. Hoy el hombre que estudia el universo herido lo encuentra finito, tránsido de nada. Y tiene razón. La nada asecha desde el interior del mundo lastimado. Pero en esa nada hay un brazo que se extiende poderoso para salvar al hombre que se abrace a él. El hombre herido por su propia mano y sin fuerzas tiene la ayuda que le hace falta para elevarse nuevamente al puesto que originariamente le correspondía: el de hombre, el de conciencia en el mundo... el de puente que da unidad a un cosmos que alaba a Dios.

1 comentario:

Alberto Tensai dijo...

Interesante ficción.

Si es que no lo es y de hecho la historia más grande que se puede contar es de vero una telenovela cósmica y trascendente, tendré que pedirle disculpas a su Autor y Protagonista.

Pero seguro Él lo entendería. Fue su culpa. Él planeó todo y dejó la posibilidad de la confusión.