miércoles, 25 de febrero de 2009

Una nota sobre el matrimonio


El matrimonio es sacramento. Es, por tanto, signo sensible de Dios en el mundo. Entonces, ¿la misa o la ceremonia son signo de Dios en el mundo? No. Al menos no en el sentido que me interesa aquí. El matrimonio no es la celebración, sino la vida en unión conyugal. De este modo, el sacramento no es la boda, sino el resto de la vida que se detona a partir de la celebración sacramental. La vida de los casados es el sacramento. Por eso ellos en su vida son el signo de sensible de Dios en el mundo.

Los casados tienen la obligación esencial de que su vida en pareja manifieste la naturaleza divina según el orden de la unidad y el amor.

El sacramento del matrimonio es, por tanto, un sacramento que se celebra cada día en cada instante.

viernes, 13 de febrero de 2009

Drama Teologal (opúsculo)

En el principio era el Verbo. Y el Verbo era cabe Dios. Y el Verbo era Dios. En el principio no había nada ni caos, sino Dios solo, trino en-sí-mismo. Y entonces creó el Mundo.

Primero, si los tiempos eran cronológicos entonces, creó el mundo espiritual, según imagino. Creó Dios a los ángeles todos. Personales, únicos e insustituibles en sí mismos, racionales, espirituales. Los creó a cada uno como especies autoagotadas y organizables. Les dio luz y sabiduría. Eran entonces Dios y el mundo de los ángeles un todo perfecto y ordenado. No faltaba el sentido y la comprensión de todo era perfecta.

Después creó Dios la tierra. La primera partícula de tierra, de materia. Un acto incomprensible para los ángeles: una primera prueba de Fe. El mundo de pronto se vio afectado por una partícula ilógica, inerte, cerrada, corruptuble. Puedo imaginar a los ángeles confundidos por la creación de un algo tan absurdo tras un mundo tan perfecto. De esta materia Dios creó más mundo. Creó el Universo y sus elementos: estrellas, galaxias, planetas. Dios creó más y más materia y llenó al Universo de partículas cerradas sobre sí mismas, sin sentido ni lógica existencial.

De la materia del universo Dios creó una nueva forma de vida: lo que nosotros llamamos "vida". Nada tenía de nuevo sentido para los ángeles. No sólo Dios había creado seres corpóreos idiotas, sino que además ahora a ciertos cuerpos materiales les otorgaba vida. Vida simple, cerrada en sí misma, ilógica, absurda. Vida que no era inteligente, vida que no tenía sentido a los ojos de los ángeles quienes recordaban el universo perfecto que habían conocido después de la Creación. Bacterias y hongos, peces, reptiles, dinosaurios, mamíferos. Vida doblegada por la contingencia de la materia, vida bruta.

Entonces Dios tomó su materia, su arcilla, y moldeó al hombre. Un ser material con espíritu. Una vida material con inteligencia. Los ángeles se han de haber sorprendido. El universo dejó de ser perfecto para ser pleno. Dios había creado un puente entre la vida y lo inerte, entre lo bruto y lo sabio. Había otorgado el más alto rango a una criatura salida de la tierra. Seguro los ángeles se impresionaron. No me cuesta trabajo imaginar rebeliones y batallas entre ángeles que no comprendieron la profundidad de la creación de Dios. El universo dejó de ser universo para convertirse en Cosmos. La materia cobró sentido cuando el hombre apareció desde ella. El mundo tuvo por fin un ser que le dio sentido de plenitud existencial desde su propia naturaleza.

Dios vio entonces que estaba bien cuanto había hecho y descansó.

Pero los ángeles rebeldes introdujeron el pecado en el hombre. El hombre se tropezó con la trampa de los rebeldes y abrió una herida en su propio ser puente entre lo mortal y lo inmortal. Se atravezó la esencia con el pecado y se arrojó a un acantilado en el que se perdió.

El mundo se mostró entonces rajado. El hombre, tránsido de nada, descubrió la finitud de su ser y del mundo como algo insuperable. El hombre se hizo nada a sí mismo, abriéndo un abismo en su propia naturaleza. Nada le quedó al mundo y el cosmos se enfrentó con el caos. El mundo quedó tránsido de nada. La fuerza del puente que construyó Dios se desvaneció y el hombre quedó sin fuerzas para poderse mantener unido y uniendo al universo en el cual y fue creado.

Dios entonces decidió bajar. Se hizo hombre, se hizo pecado, para reconstruir el cosmos perdido. Se hizo hombre por una mujer y por desde una mujer se unió a la humanidad entera. En ella se hizo hombre. El hombre, tránsido de nada, sumergido en el abismo, no tuvo fuerzas para salvarse a sí mismo. Dios bajó al abismo para salvar al hombre que se encontraba en él. Bajó para tenderle la mano a la humanidad y reestablecer el puente que le daba sentido al cosmos.

Después Dios hizo muchas otras cosas, como hacerse materia inerte para quedarse entre nosotros. Hoy el hombre que estudia el universo herido lo encuentra finito, tránsido de nada. Y tiene razón. La nada asecha desde el interior del mundo lastimado. Pero en esa nada hay un brazo que se extiende poderoso para salvar al hombre que se abrace a él. El hombre herido por su propia mano y sin fuerzas tiene la ayuda que le hace falta para elevarse nuevamente al puesto que originariamente le correspondía: el de hombre, el de conciencia en el mundo... el de puente que da unidad a un cosmos que alaba a Dios.

domingo, 1 de febrero de 2009

Yo os quisiera libres de preocupaciones

Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el esp1ritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido.

Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división. (1 Cor, 7, 32-35


Este pasaje puede leerse como una invitación al santo celibato. Sin embargo, quisiera proponer una interpretación diferente. No me enfoco en la búsqueda de Pablo de convencer a sus hermanos en la fe de acercarse a un sacerdocio célibe, que permita consagrar la vida entera a Dios. No. Quiero enfocarme en la preocupación de Pablo sobre las preocupaciones humanas. Y de ahí, hablar de la continencia.

Pablo quiere que los hombres estemos libres de preocupaciones, que no sintamos divisiones. Por eso nos invita a la continencia. Pues ésta, como virtud, nos permite enfocarnos y actuar en lo que nos corresponde propiamente según nuestra naturaleza y condición. El soltero se puede ocupar de Dios, porque no está temiendo las consecuencias de su sexualidad; no así el soltero que no es continente, como tantas experiencias nos lo muestran... y la idea de Dios para nuestra sexualidad es que sea manifestación suya, es decir de su Paz, de su Amor, de su tranquilidad eterna en nuestras vidas y no de la división, del temor, de la preocupación que le corresponden al príncipe de este mundo.

Cuando la sexualidad puede manifestarse en paz y tranquilidad, entonces está mostrando el resplandor del Rostro desde ella; cuando agita los espíritus, cuando deja intranquila al alma, entonces enturbia su propia naturaleza y se llena de preocupación.

La continencia paulina, por tanto, es una directriz de la moral cristiana. Estar libres de preocupaciones no es olvidarnos de nosotros mismos, sino de permitirnos desarrollarnos plenamente según quienes somos y cómo estamos cada vez en cada caso propio.